En vista de que faltaba un mes para que el “matasano” nos
recibiera, Manu se buscó un fisio de confianza: Rubén Felpeto. Este
le recomendó empezar con la EPI (Electrodiálisis Percutánea ) y
con ello comenzaron los pinchazos en mi inserción distal.
Sí en esa zona grisácea me dolía, así que por ahí comenzaron los
pinchazos. La EPI, duele pero es soportable, sobre todo cuando ahora
ya sé lo que es un pinchazo doloroso de verdad, “pero no quiero
adelantar acontecimientos”.
Cuando volvimos a la consulta ya llevaba dos pinchazos. El
“matasanos” ni me tocó, vio el informe de la resonancia, copió
lo mismo que este indicaba en su análisis y pidió tratamiento de
rehabilitación. El tratamiento sugerido era como si se tratara de
una persona sedentaria que únicamente utiliza su cuerpo para ir de
casa al trabajo o a los bares y de vuelta a la misma. Se supone que
Manu tiene una licencia deportiva por algo y no pude entender cómo
no recomiendan el tratamiento más efectivo para la dolencia en
cuestión. “Más que un facultativo parecía un gestor de seguros,
más preocupado por la aseguradora que por mi pronta recuperación”.
Como Manu no confiaba mucho en el tratamiento prescrito siguió
aplicándonos la EPI por su cuenta. En la rehabilitación de la
aseguradora me hacían estiramientos, ejercicios propioceptivos,
isométricos del cuádriceps y manipulaciones varias.
El 8 de octubre volvemos a vernos con nuestro médico favorito. Por
supuesto “ni me tocó”. Ya llevaba cuatro sesiones de pinchazos.
En esta ocasión en vista de la escasa mejoría, nos recomendó las
ondas de choque. Tratamiento que es un poco más acertado aunque
luego me enteré que las ondas que me aplicaron no son las buenas
(las focalizadas) sino las menos efectivas (las radiales): “cuestión
de equipamiento y de cuartos, supongo”. Recibí cuatro sesiones y
otra más de EPI. Por cierto, “las ondas de choque si te pillan
bien, también duelen de cojones”.
En resumen, nos encontrábamos en diciembre y después de unas 10
sesiones de rehabilitación, cinco sesiones de EPI, cuatro de ondas
de choque y gracias a Rubén que me fue introduciendo en un programa
de ejercicios excéntricos, comencé a sentirme mejor, tenía
sensaciones positivas por vez primera en mucho tiempo. “Manu empezó
a emocionarse, aunque yo sabía que la cosa no iba bien, habían
descuidado mi otra inserción y eso traería consecuencias”.
Diciembre, mes de nieves y de comienzo de la actividad invernal. A
pesar de la tentación Manu aguantó y se dedicó a patear por
senderos sencillos, excepto un día que se fue a Ubiña con unos
amigos a matar el gusanillo. La idea era hacer el Ubiña
tranquilamente sin complicarse la vida, pero al final había muchas
zonas de hielo y nieve muy transformada y terminó dando más patadas
de las debidas. Tal vez fue ese el desencadenante, pero unos 15 días
después (segunda semana de enero) se manifestaron unas molestias que
hasta ese momento no había percibido “al final mi inserción
proximal estaba tocada y al no recibir ningún tratamiento decidí
que era el momento de dejarlo claro”. Toda la evolución positiva
se fue al traste y afloraron nuevos dolores que complicaron
nuevamente la recuperación.
En vista de estas nuevas sensaciones negativas Manu se preocupó
porque se encontraba desconcertado. De repente lo que parecía ser un
problema ya diagnosticado y tratado que parecía iba por buen camino,
se convirtió en unas molestias nuevas (en una zona diferente de la
rodilla) y con una sensación mayor de inseguridad: ¿Qué tengo?, se
preguntaba el Manu. Así que, desesperado volvió a pedir cita con
nuestro matasanos con la intención de conseguir que le hiciesen una
nueva resonancia. El cuatro de febrero, ya del 2014, nos citamos en
la clínica. Tras casi discutir con él, conseguimos que nos pidiese
la resonancia y el 12 de febrero nos la hicieron. “Así aparecí en
esta nueva toma”:
Con la resonancia en la mano se fue a pedir opinión a uno de los
mejores médicos de medicina deportiva en Galicia. No nos dijo nada
nuevo, tal vez que pudiera haberse dado una rotura parcial del
tendón. El tratamiento que el nos aconsejaba era una combinación de
factores de crecimiento con ondas de choque (“de las buenas”). No
sé por qué, pero Manu no salió con buenas vibraciones, tenía la
impresión que estaba más preocupado en vendernos las excelencias de
su equipamiento, que en sus sensaciones e inquietudes.
Nuevamente el diagnóstico parecía claro: entesopatía de tracción
en la inserción proximal del tendón rotuliano, con hiperseñal
intratendinosa que se abre en la superficie profunda del tendón y
edema en partes blandas. ¿De dónde salió este nuevo diagnóstico?,
el informe dice lo siguiente: previamente (se refiere a la primera
resonancia) en esta zona había una mínima hiperseñal en la grasa
de Hoffa profunda. “Vamos que en vez de escarallarme como todos los
tendones rotulianos del mundo, por una única inserción, yo me rompí
por las dos, con el agravante que al diagnosticarme tarde y mal, en
vez de aplicar el tratamiento en las dos zonas afectadas, sólo
trabajamos sobre una y ahora teníamos que volver a empezar con la
otra inserción”. “Tiempo y más tiempo”
Manu tomó la decisión de enfocar el tratamiento aplicándose con
Rubén EPI y pedirle al matasanos que solicitase los factores de
crecimiento al seguro. Hasta el 17 de marzo nos fue imposible que nos
atendiese, por lo que comenzamos con la EPI nuevamente. Ese día
solicitó los factores de crecimiento y hasta el día 8 de mayo no
fue posible empezar con las inyecciones (no por culpa de la
aseguradora que en cuatro días ya había autorizado el tratamiento).
Recibí otras dos sesiones más, separadas por una semana.