Historia de un tendón rotuliano maltrecho y de un escalador desquiciado (II)



Los acontecimientos que tuvieron lugar después de mi traumatismo no son más que un cúmulo de despropósitos clínicos y de una ineficiente atención sanitaria privada.

Para que Manu fuera consciente de su metedura de pata: “nunca mejor dicho”, mi articulación favorita, “la rodilla”, manifestó una inflamación superlativa que se mantuvo durante todo el día siguiente al incidente, acompañada de una cojera manifiesta. Tras descartar una posible rotura ósea, “como me cabrea que únicamente se preocupen de doña rodilla y de sus partes cálcicas”, fue corriendo a urgencias a realizarse una placa, “como era de esperar a mí ni caso, nunca salgo en esas fotos impersonales”.

Tranquilizada la “señora articulación”, disminuyó la inflamación y remitió la cojera y “el pringado del Manu” se pensó que ya estaba la cosa solucionada. Aun así, decidió ir a un traumatólogo que tenía concertado con su seguro de la Federación de Montaña, “¡¡yupi!!” gritaba yo.

El 16 de mayo nos presentamos en la clínica Manu, y yo. Después de una primera exploración, el diagnóstico que realiza es: “esguince de rodilla”, yo no sabía donde meterme, no daba crédito a lo que estaba escuchando. El tratamiento recomendado: reposo deportivo durante 2-3 semanas, con reanudación progresiva de actividad deportiva. A partir de este día comencé a referirme al traumatólogo como “el matasanos” y perdí toda mi fé en ese oficio tan sobrevalorado.

El Manu es un tío disciplinado cuando quiere. Se tomó en serio lo de descansar y dejó de salir a correr, a escalar y aparcó todas esas actividades cotidianas que tantos dolores de fibras me dan. Yo me lo tomé con calma y no le daba demasiadas molestias, mantuvimos como un pacto de caballeros: “tú no te metes conmigo y yo tampoco”.

La cosa se empezó a complicar cuando reanudó nuevamente su actividad diaria habitual. Salía a correr por los montes cercanos a su domicilio y claro, yo no estaba dispuesto a soportar semejante trajín en mi estado. Principalmente en los descensos le dejaba entrever que me estaba maltratando: “fui demasiado sutil porque no se daba por aludido”, pero me consta que corría de forma descoordinada y que acababa con algo de inflamación en la rodilla: “menudo soy yo”. Aun así, ni caso. Como con correr no era suficiente, pues nada, nos vamos a escalar. En esta actividad no me sentía tan traumatizado y no me quejaba en exceso por lo que pasó bastante de mí. De hecho se apuntó a un maratón de escalada, las 12 horas de escalada en el Cañón del Sil: “estás loco o qué. Si al menos hubiese ganado..”.

“Hasta aquí hemos llegado”, eso ocurrió a mediados de julio. Sí, ya me tocó tanto las fibras que un día de escalada en la Peña Pincuejo, a donde fue a realizar en solitario la vía El placer “nadie lo aguanta”, me cansé de soportar mis desdichas en silencio y decidí dejarle bien claro que así no podemos seguir. Recuerdo que después de desequipar la vía y cuando volvía por el sendero, no era capaz de destrepar con dignidad unas simples piedras que afloran en ese corto recorrido. Al fallar yo, la rodilla se desestabiliza y la inseguridad le impide mantener el equilibrio durante la progresión. Además, me encargué de transmitirle unos pinchazos bien agudos durante todo el trayecto de vuelta a casa. Me consta que en esta ocasión sí fue consciente de que algo iba mal y que en esta situación era inviable pretender realizar los planes que tenía durante el verano en Alpes y en el Pilar del Cantábrico: “me dio un poquillo de pena..”.

“Los plazos son los plazos”, en la medicina privada también hay plazos y clases. Si tienes una urgencia en verano “allá tú”. Manu estaba desesperado y yo inflamado. No consiguió que el “matasano” le volviera a recibir hasta el 13 de agosto, estaba de vacaciones y tampoco pudo cambiar de facultativo, “por decir algo”, la aseguradora no lo permitía.

Ese día no me tocó y nunca más me volvió a poner las manos encima, se limitó a pedir una resonancia “ya era hora”, por fin iban a conocer como me encontraba.

La resonancia me la realizaron el día 21/08/2013, pero conseguir cita para el “matasanos” no fue posible hasta el 17 de septiembre, ¿motivo?: vacaciones “¡porca misera!”. Afortunadamente el informe del radiólogo acompañaba a la resonancia y el diagnóstico parecía claro: tendinopatía de tracción a nivel de la inserción distal del tendón rotuliano. Probable lesión parcial del ligamento cruzado anterior. “Ahí le has dado, pero no del todo”. En el próximo capítulo os pongo las fotos que me hicieron y unas cuantas historias para no dormir.
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