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La Cordillera Blanca, un sueño anhelado desde hacía mucho tiempo pero que no se materializó hasta el verano del 2011. Allí me fui con Richard y Mundi, sin muchas pretensiones pero con ciertos planes. La primera vez que uno piensa en escalar en la Cordillera Andina, enseguida afloran nombres como: Alpamayo, Huascarán, Chopicalqui, Artesonraju y otros muchos picos de 6000 m. De todos esos pensamientos, la actividad que más me motivaba era la ascensión a la cara E de La Esfinge. No se trata de un seis mil, ni de un nevado, tampoco hace falta el uso de crampones ni de piolets; se trata de una pared de granito de 750m. La vía elegida, “la vía del 85”, tiene una dificultad de (6a, A1/6c+; ED) y fue la primera que se abrió en esta cara, por Antonio Gómez Bohórquez (Sevi).
Desde Caraz (2256m) cogimos un taxi hacia la laguna Parón, más concretamente un toyota de esos indestructibles que llegan donde ni te puedes imaginar. Aproximadamente 25km de quebrada polvorienta y con multitud de piedras que más parece que estás atravesando el lecho de un río que una ruta para vehículos. A mitad de quebrada, de repente, surge una caseta con barrera bajada. Se trata de una especie de puesto fronterizo colocado por las comunidades agrícolas de la zona para recaudar dinero (mayoritariamente de los turistas) y que nada tiene que ver con el permiso que se paga en Huaraz y que da acceso al Parque del Huascarán. No era mucho lo que pedían pero como todas las comunidades de la zona decidan hacer lo mismo en cada una de las pistas de acceso a los nevados, al final te puedes dejar una pasta.
Desde el refugio de la laguna Parón se desciende hacia la canal de desagüe del lago Parón, por un sendero entre matorrales. Luego se asciende diagonalmente hacia los visibles bloques de roca y poco antes de llegar a ellos comienzan los hitos. Se asciende en diagonal a la izqda para alcanzar un collado bajo las pedreras de los nevados Putaca y se tuerce a la izqda (O) en dirección a la cara E de la Esfinge. Desde este collado es perfectamente visible nuestro objetivo, y la visión impresiona.
Acampamos donde encontramos un pequeño afloramiento de agua. Es una zona con multitud de bloques de granito y un suelo terroso que se hace cómodo para vivaquear, y por supuesto, con vistas: Huandoys, Pirámide, Artesón son perfectamente visibles desde este asentamiento. Aproximadamente a 50 min. del collado, a otro tanto de la cara E y a 2-3h desde el inicio de la ruta. En la base de la cara E bajo el extraplomo de dos grandes rocas es posible vivaquear pero sin agua.
Esa tarde nos dedicamos a montar la tienda y a acercarnos a la Pared para reconocer el inicio de la vía y para portear el material que llevaríamos al día siguiente. Teniendo en cuenta que la primera ascensión les llevó 9 vivacs en pared (actualmente el record de ascensión está en unas 6-7h) se hacía imprescindible tener clara la estrategia a seguir para la escalada. Para los mortales, lo más habitual si quieres hacer la vía en el día, suele ser equipar los tres primeros largos el día anterior y luego yumarear al día siguiente y escalar el resto. Nuestra intención pasaba por no equipar nada previamente, por lo que sabía que tendríamos que movernos rápidos para aprovechar las horas de luz y no nos comiese la noche en la pared.
Sin duda, algo imprescindible es llegar aclimatados, de lo contrario la ascensión se puede prolongar mucho más de lo esperado. Nosotros llevábamos unos 15 días en Perú haciendo actividad (cumbres en el Pisco y en el Alpamayo) y creo que fue aquí donde por primera vez me sentí perfectamente aclimatado. Recuerdo que unos días antes estuvimos en Hatun Machay, una zona de escalada deportiva por encima de los 4000m. En los 6a llegabas a la cadena como si acabaras de hacer los 100m lisos en 9:40. Lo máximo que pude encadenar a vista fue un 6b+/6c, eso sí resoplando como si estuviera haciendo un octavo. Vamos que nuestra amiga la altura se dejaba notar.
La vía comienza a la izquierda de unos arbolitos característicos situados en la base del centro de la pared. La mitad inicial de la ruta hasta la “plaza de las flores”, es sin duda la más interesante, donde se encuentran las mayores dificultades pero también los largos más estéticos. La segunda mitad es más difusa, hay que navegar y orientarse por una sucesión de tiradas más sencillas pero mantenidas.
Eran las seis en punto de la mañana cuando comenzamos la escalada. El primer rayo de luz matinal fue la señal de salida esperada para calzarnos los gatos y empezar a escudriñar esa gran mole que se nos presentaba por encima. En esta ocasión la abordábamos Richard y yo, Mundi se quedaba abajo de apoyo logístico. Los primeros largos en seguida dejaron entrever que el granito de la Esfinge es diferente al que nosotros estamos acostumbrado por nuestras tierras: compacto pero no demasiado adherente. En la primera parte de la ruta vas encontrando algún clavo en las tiradas y también reuniones equipadas con spits, clavos y algún parabolt; mientras que en la segunda parte, después de la “plaza de las flores”, el equipamiento disminuye considerablemente y la orientación se hace vital para no acabar embarcándote. Recuerdo disfrutar mucho escalando las numerosas fisuras y diedros iniciales que te depositan en mitad de la pared, principalmente porque el tipo de escalada me agradaba, el ambiente era grandioso y gracias a que teníamos una climatología muy favorable. Por desgracia esto no duró demasiado y lo que era placentero, se convertiría en una lucha de automotivación para no quedarse helado y poder llegar a cumbre antes de la desaparición del último rayo de sol, nuestra señal de meta.
El largo más duro es el octavo, un 6c+/7a que se me hizo un tanto raro. Se trata de una travesía de izquierda a derecha que salva un desplome y que teniendo en cuenta que no nos sobraba el tiempo como para andar enredando, le eche un vistazo, y rápidamente aceré como un campeón.
Llegamos a la “plaza de las flores” alrededor de las 12h, con un sol radiante y un “caracara” recibiéndonos. El largo de salida se encuentra bastante a la izquierda y es un diedro perfecto y muy disfrutón. El sol peruano seguía acordándose de nosotros y esto nos daba muy buenas sensaciones. De aquí en adelante comenzaron nuestras penurias. Una serie de nubes comenzaron a entrar así como, una ligera brisa. Teniendo en cuenta que te encuentras por encima de 5000m y que al dejar de dar el sol la temperatura entra en barrena, los recuerdos que me vienen a la cabeza son los de estar moviéndome continuamente en las reuniones, para no quedarme helado, y la sensación de perder la sensibilidad de los pies. En cada inicio de largo no sabía en qué apoyaba mis pies, si debajo tenía un peldaño o una fina regleta daba igual; más parecían dos tacos de madera que articulaciones. De aquí al final fue una carrera sin tregua por mantener el calor y por no dejar escapar la luz.
Largo 21, escudriñando casi en la penumbra encuentro una reunión equipada en la roca cimera. Monto el tinglado. Grito: ¡sube! Miro a mi derecha y puedo ver la cresta de la Esfinge engullida en el manto nocturno. Son las seis de la tarde y la noche llega pero nosotros hemos alcanzado la meta en el horario previsto. 21 largos de emociones y de sensaciones increíbles. 21 largos como primero de cuerda. 21 largos en la Cordillera Blanca..
Nos abrigamos, nos felicitamos y con calma nos vamos en busca de los rápeles de descenso. A pesar de la noche, resulta fácil encontrarlos. Hay que seguir la cresta noreste hasta que esta llega a una zona más llana. Aquí, unos hitos de roca cuarcítica, que más parecen catadióptricos, indican el primero de los rápeles. Los otros dos rápeles, a pesar de la oscuridad los encontramos sin problemas. Después te diriges a la pedrera de la cara Este, con cuidado de no enriscarse en la primera parte del descenso, para lo que es mejor ganar la pedrera en su parte alta. Os dejo un pequeño video de la ascensión.
El material común que subimos para la escalada fue de: dos cuerdas de 60m, un juego de friends hasta el número tres de Camalot, un juego de micros (azul, verde y amarillo de Alien, y un amarillo de Wild Country), un juego de fisureros, unas doce cintas, un par de clavos, dos anillos de reunión y unos seis mosquetones de seguro.