Porriño en el Pico Torres


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Reunirse con amigos para escalar siempre es bueno y ese era el plan para el finde del 8 y 9 de septiembre. Una llamada de teléfono me tentó para acercarme hasta la zona del Pico Torres y realizar alguna escalada clásica con Iñaki y Carolina. A la invitación también se apuntó Mar que hacía bastante que no escudriñaba paredes montañeras.
Así que con ese pretexto, quedamos en La Felechosa. La actividad propuesta fue atacar la vía Porriño del Pico Torres (MD inf (V+)). En principio y sobre el papel una vía fácil donde todas las reuniones están equipadas y el grado resulta muy asequible para todo el mundo.
El punto de partida es el puerto de San Isidro desde donde es perfectamente visible el pico Torres y su vertiente sur. Se puede acceder directamente desde el alto del puerto por unos senderos entre matas y con bastante pendiente en la parte inicial, o bien, dando un rodeo siguiendo el río Isoba, hasta alcanzar la Majada del Torres; más largo pero muy tendido y cómodo.
La escalada en el Torres es muy particular. Se trata de una pared cuarcítica, nada habitual, que genera muchos agarres horizontales e invertidos para manos y múltiples adherencias y apoyos para los pies. Presenta una gran cantidad de losas y de repisas estratificadas horizontalmente que hace que te sientas extraño al evolucionar por la pared.
De la vía destacaría que es una vía corta, unos 200m y bastante tumbada. Las reuniones están equipadas con parabolts, aunque se encuentran oxidadas, por lo que son difíciles de encontrar al mimetizarse perfectamente con el propio tono de la pared. Lo mismo le sucede al equipamiento intermedio de los largos, los pocos parabolts y clavos que se encuentran en la vía, son difíciles de ver hasta que no estás cerca de ellos. Tal vez el segundo largo, después de la trepada inicial, sea el mejor de la vía, donde la roca presenta algún pasaje de escalada algo más intenso pero que moviéndose bien de pies se resuelve cómodamente. Lo que menos me gustó fueron las muchas losas separadas de la pared e inestables por las que tienes que pasar tanteando y en muchos casos, aunque no tirando de ellas, si que las usas en los apoyos, ya sea de manos o de pies, lo que te da una sensación incómoda por si se desprendieran.
Al final un bonito día de trepada montañera, con un amago tormentoso que no pasó de eso, buena compañía y disfrutando de ese nexo que nos une a muchos de nosotros que es la escalada.

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