Habían pasado nueve años desde la primera vez que estuve en Dolomitas y no me acordaba de lo lejos que están. Demasiado. Demasiado para ir con poco tiempo y en coche. Demasiado para estando en el paraíso de las paredes infinitas querer dedicarse a hacer bordillos. Y aún más lejano, si con quien has planificado el viaje es de espíritu voluble e inseguro. Afortunadamente, las montañas seguirán ahí (mientras no les moleste a los mercados) y las personas, siempre pueden madurar y aclarar sus ideas.
Bueno; una cara Norte, suena interesante y si está en los Alpes más. Como decía alguien: “si tengo que morir que sea en una cara Norte”.
Las Tres cimas de Lavaredo son por todos conocidas. Se encuentran en el corazón de los Dolomitas, a unos 30km de Cortina d’Ampezzo y muy cerca del lago de Misurina. Muy visitadas por turistas, senderistas, bikers y escaladores. Para acceder a su entorno, se hace necesario utilizar una carretera privada donde hay que pagar 20€, a los que habrá que sumarle 5€ por cada día de permanencia en el parque. Antes era posible escaquearse entrando o saliendo a deshora, pero actualmente hay un sistema de barreras automatizadas que evitan toda pillería. Una vez dentro, existen varios parkings donde dejar el vehículo y donde pernoctar si tienes furgo. Si montas tienda y desmontas rápido por la mañana, nadie te dirá nada. Si pretendéis estar más cómodos y dejaros una “pasta gansa” se puede uno albergar en el refugio Auronzo, al lado del parking o bien, el refugio Lavaredo, a 15 min andando desde donde termina la carretera de acceso al parque. Existe otro refugio pero de más incómodo acercamiento, al estar más alejado de donde muere la carretera, el refugio Locatelli, pero que por contra es poseedor de la vista privilegiada y conocidísima de la vertiente norte de las Tres Cimas de Lavaredo, “la que sale en las postales”.
El 7 de agosto nos encontrábamos cenando David y yo en el bucólico y hermoso Lago Antorno, por encima de Misurina y último emplazamiento antes de entrar en la carretera privada que lleva a las “cimas”. Nuestra idea era asesorarnos del tiempo en el Refugio Auronzo al día siguiente temprano y si las condiciones lo permitían meternos en la vía Comici-Dimai 550m, 6c / V+, A1; la clásica de la cara norte.
Uno llega a cierta edad o tiene ciertas tablas, llámese como se quiera, y no está para darle muchas vueltas a las cosas. Por experiencias pasadas sabía que la meteo en la zona suele ser complicada en esta época; nubes amenazantes con claros que transmiten las dudas suficientes como para decidir si meterse en la pared o no. Yo lo tenía cristalino: hay que subirse, la mayoría de las veces aunque se cubra, al final no descarga. Sabía que este plan nos condicionaría la hora de salida, también sabía que el tiempo era suficiente para realizar la vía y si además hubiese más cordadas, nos evitaríamos las aglomeraciones mañaneras; que una Norte es una Norte y siempre son codiciadas por muchos.
Mientras cenábamos se acercó una furgo con matrícula de España. Casualidades de la vida, uno de ellos era de Huesca y colega de David. Llevaban unos días por la zona y nos confirmaron que el tiempo estaba revuelto: unos días caía algún chaparrón y otros no. Para el día siguiente más de lo mismo; “ahora sí que estaba claro”..
Dormimos en el aparcamiento que hay por encima del refugio Auronzo y no nos levantamos temprano. El material a llevar para esta primera Norte lo habíamos seleccionando por la noche: un juego de friends hasta el número 3, otro juego de microfriends, un juego de fisureros, 15 cintas, dos cintas de reunión y 6 mosquetones de seguro; más o menos lo habitual. El reloj sonó a las 7:30h y hasta las nueve pasadas no empezamos a caminar. Lo que sucede en este periodo de tiempo desde que uno se levanta hasta que comienza a enfrascarse en la actividad propiamente dicha, sigue siendo un misterio. Independientemente de donde te levantes, ya sea refugio, atrio, soportal, camposanto, pradera, tienda, cobertizo, furgoneta, parada de autobús o cuneta; ya sea invierno o verano; ya te encuentres con Pamela (la de los vigilantes) o con el callo de tu compañero de “troulas”, no se por qué, es imposible ponerse en acción en menos de una hora. Supongo que la dimensión temporal se rige por parámetros ajenos a nuestros biorritmos costumbristas.
Sea como fuere, empezamos la senda que rodea las “cimas” en medio de los turistas y las familias que visitan el parque. Ser escalador en Italia parece que es ser algo. La gente te mira diferente, yo diría que más que mirarte te ven con cierto orgullo. Se preocupan de preguntarte a dónde te diriges y en sus ojos se puede ver una sensación de respeto cuando les informas; ¡cuánto nos queda por recorrer!..”
El acercamiento a pie de vía es realmente cómodo, en una hora te puedes situar en la base de la pared. Al final, entre sortear gente, alguna que otra foto, que si la meteo no da mucha confianza, que si la cara norte intimida, que cuál es el zócalo de entrada a la vía, que qué grande es esta pared, etc; no empezamos nuestra escalada hasta cerca de las 11:00h.
Por encima nuestra, en la misma vía, se vislumbraban tres cordadas que debían andar por el tercer o cuarto largo; no pensamos que eso pudiera convertirse en un problema, pero a la postre sí que condicionó toda la escalada.
El comienzo de la vía consiste en realizar una serie de trepadas fáciles (¡ojo con la roca suelta!) por un zócalo muy evidente hasta ganar una cómoda repisa donde empieza la escalada propiamente dicha. La vía en general está muy claveteada y no ofrece muchas dudas en su itinerario. Las dificultades aparecen ya en el tercer largo. Allá donde veas en una vía un trozo de cordino colgando de un anclaje hazte a la idea que seguro que hay un “pasito” donde apretar. Este largo, 6b+/6c transcurría de derecha a izquierda inicialmente, sobre una roca extremadamente pulida y bastante cuarteada, y casualidades de la vida había un cordino bien largo y majo. Ante este panorama no queda otra, acerada. Este largo es toda una declaración de intenciones de lo que te espera en la vía: muchos tramos de roca fracturada, junto con pasajes un tanto patinosos y algún que otro cordino colgante.
Este tercer largo lo enlacé con el cuarto. En este punto vimos como una de las cordadas que estaba por encima nuestra comenzaba a rapelar. Creo que eran alemanes. Estaban que trinaban; llevaban en la pared desde las 7:00h y tuvieron que estar esperando en una reunión dos horas y en otra una hora más. Una cordada de escoceses que iba por delante estaba ralentizando toda la escalada y decidieron bajarse. Aquí nosotros también nos planteamos descender, porque los teníamos en la reunión siguiente, pero una vez que ya estábamos metidos en faena, que sólo quedaban dos cordadas por encima y viendo lo variable de la meteo para los siguientes días, casi mejor aprovechar el momento y tratar de adelantar si es posible en algún largo.
El siguiente largo tardé en iniciarlo más que nada para darles margen a las cordadas de arriba y lo mismo sucedió en la siguiente tirada. Los relevos 7 y 8 son bastante duros y mantenidos pero tal vez los mejores de la vía. Si no te sales de la línea de la vía la roca es bastante buena y con algún pasaje disfrutón.
A medida que vas ascendiendo dos cosas son las que más te llaman la atención: la cantidad de piedras que se precipitan al vacío. Nunca había escuchado tantas estelas “ululantes” rondar mi espacio aéreo, afortunadamente la pared cae hacia el lado malo y éstas no la tocan; y por otro lado, la cantidad de colillas que te vas encontrando en el itinerario. No debe de haber un solo largo donde no encuentres alguna colilla encastrada en las pequeñas fisuras que presentan; ¡es un tanto penosa la imagen que da..!.
El siguiente tramo sería el ideal para adelantar. Hay que superar una especie de canal pedregosa de unos 120m que es posible abordar por diferentes zonas. Hicimos dos largos donde es posible que metiera un total de cuatro o cinco seguros, lo que evidencia que no es muy difícil. Pero justo donde podríamos haber ganado tiempo tuve el problema que una de las cuerdas se enganchó en un saliente y me hizo tener que ir arrastrando de ella y esforzándome enormemente para poder avanzar, ¡porca miseria!
Así llegamos después que los escoceses al siguiente cuello de botella, el L12. Un diedro-fisura de 50m que estaba totalmente empapado y sobre el que caía agua de una canal superior. La verdad que el largo de estar seco sería muy bueno pero en las circunstancias en las que se encontraba, te obligaba a ir con mucha atención para no resbalar. Instintivamente trataba de secar las manos en la bolsa de magnesio pero no servía de nada, sólo conseguía generar una pasta sobre ellas nada adherente. Algo de acongoje pasé y eso que sobre el papel no pasa de V+. Mirado con otro enfoque, creo que fue el largo que más claramente evoca lo que es una Cara Norte Clásica: austera, lúgubre, expuesta, húmeda y épica.
La reunión de este largo se hace en un nicho muy cómodo, sino fuera porque te estás mojando. Al llegar a él, el escocés me dijo algo así como “ha sido divertido”, yo pensé que estaba un poco loco.
Sólo quedaba un largo difícil. Una travesía de V+ a la cual había que acceder por una especie de chimenea totalmente empapada. Una vez que te izabas y ganabas unas placas a la izquierda la roca estaba seca y la progresión no ofrecía muchas dificultades. Los dos largos finales son un poco difusos y tanto puedes ir por la derecha como por la izquierda, eso sí, con cuidado de no pillar roca descompuesta.
De esta manera se alcanza el final de la vía que termina en la repisa circular que rodea la parte superior de la cima Grande. La cumbre se alcanza realizando una serie de trepadas fáciles o bien te coges la repisa y te vas a buscar el itinerario de bajada que si no se conoce tiene su “aquel”.
Eran alrededor de las 21:00h cuando llegamos al final. Se hacía de noche y no conocíamos el descenso. Hace nueve años había escalado en esta misma cumbre la vía Dibona. En el descenso nos habíamos liado y realmente se convirtió en toda una odisea llegar al suelo. Con esa idea en la cabeza nos piramos en busca de los hitos de bajada. Según se indicaba en la reseña que teníamos, los rápeles de bajada se encontraban siguiendo la repisa circular hasta estar en frente de la cima Piccola en un punto donde había unos cuantos hitos juntos. Entre que la luz ya era escasa y comenzó a entrar la niebla tuvimos bastantes dudas hasta encontrar los rápeles de bajada, pero acertamos. El resto del descenso se convirtió en una inquietante búsqueda del siguiente rápel en medio de la noche. Todos los rápeles están equipados, al principio con párabolt y cadena y luego argolla con químico. Además, están dispuestos para poder bajar con una sola cuerda lo que es recomendable, porque si vas con las dos se hace muy incómodas las maniobras. Nosotros nos equivocamos en dos puntos: en uno nos pasamos el rápel y tardamos bastante en volver a recolocarnos y en otro punto, donde al acabar el cuarto rápel hay que cambiar de vertiente y no dejarse llevar por la línea que se lleva. Aquí perdimos muchísimo tiempo y hasta que volvimos a la senda correcta pasaron un par de horas tranquilamente. Al final, resignación y bajar con calma tratando de no pasarse ningún rápel más. Hasta llegar al suelo fueron alrededor de 10-11 rápeles, aunque si el descenso lo emprendes con luz, la mayoría de ellos se pueden destrepar.
En definitiva, navegar por una Norte no sólo consiste en coger la reseña de la vía y analizar fríamente lo que allí se nos indica. Se hace necesario entender lo que implica un itinerario de esta envergadura, ya sea por su historia, por lo mediocre de su roca, por lo transitada que se pueda encontrar, por lo largo de la ascensión y sobre todo de sus descensos y porque, afortunadamente, nos siguen demostrando ¡qué “titanes” eran esos escaladores de antaño!. No hay Norte pequeña sólo escaladores ingenuos. Nos vemos en la siguiente..