Julio es un mes propicio para viajar a esos destinos, que por desgracia, no nos quedan demasiado a mano.
Así que hacemos el petate y con una semana por delante me voy con Aviño hasta Pirineos. El primero de los objetivos era Ordesa; más concretamente el Tozal del Mallo al que le tenía muchas ganas desde hace unos cuantos años. La vía elegida: Brujas-Francoespañola (435m, 6b+, (V+ oblig)). Según muchos pirineístas, esta combinación de la primera parte de la Brujas, junto con la segunda sección de la Francoespañola, es de las mejores escaladas que se pueden efectuar en Ordesa.
Ordesa es especial. Nunca semejante caos de bloques en equilibrios inestables y en contra de la gravedad, han generado paredes tan singulares para los escaladores. Seguir los itinerarios no suele ser sencillo, el embarque ronda cada diedro que se asoma a nuestra mirada y los bloques precarios intimidan los avances realizados. Pero todo ello hace que la escalada en Ordesa se vuelva adictiva. Una vez que te acostumbras a sus peculiaridades, las sensaciones que tienes son de un terreno de aventura absoluto. El escudriñar por ese caos de bloques llega a ser placentero y tremendamente satisfactorio; eso sí, mejor con un buen crokis.
Día 22 de julio, domingo, en vez
de ir a misa como nos enseñaron de pequeños, cogemos el primer bus que deposita
a los viajeros en la campa de Ordesa, durante los meses de verano. De allí, en
una hora, se alcanza la base del Tozal siguiendo una senda perfectamente
marcada que serpenteando por el frondoso bosque de pinos, abetos y hayas se
dirige al circo de la Carriata. Se rodea el espolón característico de inicio de
la Ravier y se alcanza la pared sur.
El inicio de la vía es bastante
claro. Una flecha grabada en la roca indica la dirección a seguir en las
trepadas iniciales, hasta alcanzar un bloque característico, donde haces la
primera reunión. La vía en general, para ser Ordesa, se sigue estupéndamente y
la roca por la que te va llevando es buena; sin olvidarnos que estamos en el
universo de los bloques levitantes y que alguno puede ser, que se le de por
suicidarse. “No fue el caso”.
Las sensaciones de la escalada
son siempre estupendas. “Ambiente grandioso en Ordesa”. Los largos duros se
pueden forzar todos en libre y es justamente allí donde la roca es mejor. Mi
impresión fue que el largo más mantenido es la última tirada de 6b (L11); me
pareció más duro que el tercer largo, que aun dándole 6b+ se resuelve
fácilmente. Puede ser porque se encuentra al final de la ruta o porque lo tuve
que hacer con la mochila a cuestas; “el Aviño andaba un poco desfondado pero
aun así, seguimos en la brecha”.
La cumbre del Tozal es realmente
bonita. Las vistas del cañón de Ordesa son fantásticas y el paseo de bajada se
agradece enormemente, ya que te permite ir diluyendo la adrenalina de la
actividad con las bucólicas praderas de edelweis y sarrios inquietos por
nuestra presencia.
No fue lo único que andaba inquieto ese día. También la Guardia Civil.
Con su helicóptero estaban buscando a una pareja de holandeses que habían
solicitado un rescate. Justo antes de llegar a las clavijas de la Carriata nos
los encontramos y parece ser que no se atrevían a bajar por ellas, por lo que
llamaron al cuerpo de rescate. Como no sabían hacer la señal de llamada de
emergencia el helicóptero pasaba por encima de ellos pero no les hacía caso;
así que lo llamamos, se acercó, descargó a dos funcionarios y pensando que los
descenderían a pie por las clavijas, nos fuimos. Al rato los montaron en el helicóptero
y para abajo. Una vez en Torla, nos fuimos a cenar y los volvimos a ver
tomándose unas pizzas. Uno de ellos nos comentó que: “el viaje en helicóptero
le había parecido muy bonito”... ¡Con dos cojones! En Aragón creo que no cobran
los rescates, aunque sean negligentes; si no, a lo mejor en vez de estar
cenando tan ricamente, estaban haciendo una colecta en la plaza del pueblo.