Esta Semana Santa pasada, tenía una gran ilusión en la cabeza, pero muchas más incertidumbres. Ilusiones: poder escalar la Ginat (MD+, IV, 5, 1000m) en la cara N de los Droites (4000m). Incertidumbres: las condiciones de la pared, la climatología y sobre todo, mi estado físico.
Ir a Chamonix antes, era hacer realidad un sueño. Su sola exclamación hacía que se te agrandasen las órbitas oculares y el corazón empezase a palpitar cual adolescente enamorado. ¡Demasiados relatos de montaña leídos y muchas peripecias contadas!.
Ir a Chamonix hoy, supone en cierta medida, una obligación por la que hay que pasar lo más dignamente posible: tiempo cambiante e inestable, muchos accidentes, muchos rescates, guías malencarados, precios desorbitantes para los españolitos, un mercantilismo de la montaña superlativo, planes y espectativas que se van al garete; y aun así, hay que volver. ¿Por qué?, sin duda porque en él radica el eje central del alpinismo: el entorno y la historia; y porque no existe otro lugar, donde los medios mecánicos faciliten de semejante manera el "hacer montaña": es posible coger un remonte a las 8:00h A.M. hacer una actividad alpinística de lo más EXTREMO y quedar con los amigos para tomar una cerveza a las 7:00h P.M. ("actividades chamoniardas").
Sea como fuere, el sábado 31 de marzo llegamos a Chamonix procedentes de Huesca cinco debotos peregrinos: Almudena, David, Lorenzo, María y yo. Evidentemente el viernes anterior me atravesé la península de Oeste a Este para quedar con toda esta tropa.
La idea de David y mía era poder atacarle a La Ginat; pero viendo el parte meteorológico ya se preveía un cambio de tiempo para esa semana lo que después se confirmó. Antes de semejante fregado, queríamos hacer una actividad de aclimatación y en mi caso, también, de contraste, para estudiar como se comportaba mi maltrecho tobillo. La propuesta fue hacer dos cordadas (David-Lorenzo y María-Manu) y subirse a Plan de l'Aiguille para escalar Le fil à plomb (III, 4+, 700m), en el Rognon du Plan (3601m) (Agujas de Chamonix).
El 1 de abril, subimos en el último telecabina de la Aiguille du Midi, hacia Plan de l'Aiguille, donde se encuentra el refugio de igual nombre, que en estas fechas está cerrado pero que tiene una estancia abierta en invierno con unas diez plazas en literas corridas, mantas y una sala comedor con mesa.
Una vez allí, nos encontramos con otras dos cordadas que tenían los mismos planes; un par de ingleses de Manchester y un trío de franceses . Esto a la espera de los posibles escaladores que pudiesen llegar en el primer telecabina de la mañana para atacar directamente desde abajo; como así fue ("actividades chamoniardas"). Según nos comentaron los franceses era de las pocas actividades que estaban en "condiciones" por esta vertiente. El invierno había sido bastante seco, hasta la fecha, y donde debería haber hielo afloraba el granito.
Una cena frugal: rissoto con setas, acompañado de chocolate, "suena bien pero no era para tanto" y al sobre, o mejor dicho a las mantas ya que no subimos sacos.
Y llega la eterna pregunta: ¿a qué hora nos levantamos?. Que si los franceses a las dos, que si los ingleses a las tres, pues ¿nosotros a las cuatro?, sería más que suficiente para realizar la actividad, y somos más de dormir que de madrugar "spanish concept", les damos margen a los de delante y en el caso de que suban desde el telecabina, no les da tiempo a cogernos antes del largo clave. Había que tener en cuenta, también, que el último remonte de bajada desde la Aiguille du Midi salía a las 17:30h. Al final nos levantamos a las 03:30h, los últimos, pero contentos.
La mañana se presentaba fresca pero no fría a pesar de encontrarnos en plenos Alpes en el mes de abril. Después de desayunar y de disfrazarnos adecuadamente, empezamos a remontar las primeras pendientes hacia la estación intermedia de Plan de l'Aiguille. Durante este trecho inicial me empiezo a preocupar pues siento bastante dolor en mi tobillo y cada movimiento que implique no tenerlo en plano me molesta. Al llegar al caseto del bar de L'Aiguille, "estaba cerrado", me detengo y les digo que no sabría si podría continuar. Decido quitarme la tobillera de protección que llevaba y probar si de esta manera me resultaba más cómoda la progresión. Así fue. En cuanto liberé el tobillo las sensaciones cambiaron, tenía molestias lógicas por la contusión que arrastraba, pero el dolor desapareció, así que adelante.
Fuimos progresando por la morrena lateral del glaciar de Pélerins en medio de la noche. A lo lejos se podían ir viendo las luces de los frontales de las dos cordadas que nos precedían. Empezó a amanecer cerca de la rimaya de la base de la cara N del collado del Plan. Allí nos encordamos en una sola cordada los cuatro para atravesarla con más seguridad. Para nuestra sorpresa , las cordadas de delante parecía que iban un tanto lentas porque poco a poco les íbamos cogiendo terreno y tampoco estábamos moviéndonos especialmente rápidos. Una vez metidos en el tramo común con la Goulotte del collado del Plan, alcanzamos a los ingleses y nos dividimos en las dos cordadas estipuladas. En estos largos iniciales fáciles, tuvimos la oportunidad de adelantarlos porque pudimos progresar por el corredor unos metros más y luego volver a la izquierda más arriba; no lo hicimos, un poco por cortesía otro poco por falta de picardía: luego nos arrepentiríamos y mucho.
Iban por delante David y Lorenzo, dos auténticas locomotoras alpinas. Yo iba con María y acompañado también, por cierto recelo sobre mi forma física, ya que llevaba sin hacer nada de fondo desde hacía dos meses por culpa de mi lesión de tobillo. Así que disfrutando y regulando.
El tramo clave de la vía es una cortina de hielo que se forma bajo un gran bloque rocoso y que suele estar muy fino en la entrada del mismo. Esto hace que no halla muchas posibilidades de atacarle por zonas alternativas, convirtiéndose en un cuello de botella que tuvimos que padecer. No podíamos entender por qué tardaban tanto las dos cordadas precedentes, se veía que la cascada estaba bastante picada y con muchos pies de pasar muchos escaladores anteriormente.
Cuando llegamos a la base del gran bloque,donde se hace reunión, debían ser las 9:00h y no empezamos este largo hasta aproximadamente las 11:00h-11:30h. La situación se complicaba. Las hordas de cordadas se acercaban desde abajo. Como viniese algún guía con prisa, "seguro que se pasa la cortesía por el forro de su chupa de material impermeable". En vista de lo cual, en cuanto David le dice a Lorenzo que suba, me situo en la base de la delgada lengua de hielo que da inicio a la cascada. Dejo que llegue al primer tornillo y salgo para arriba disparado y sintiendo el aliento en el cogote de los ávidos guías. El tramo inicial es delicado porque no hay mucho hielo, ni donde proteger, después va aumentando de grosor, y como parecía, la progresión aún siendo vertical y con un pequeño resalte que te echa para atrás, resulta cómoda y disfrutona. Yo iba tratando de mantener la distancia con Lorenzo, no fuera que se cayese y se me viniera encima. Enseguida me di cuenta como un machaca italiano no se esperó demasiado. Empezó a subir y se me puso a rebufo. Ahí se quedó, llegamos a la reunión y resultó ser un tío agradable. En el total de la cascada yo debí meter siete seguros y este metió tres... María subió rauda y veloz.
A partir de aquí, una sucesión de cuatro largos más donde se alternan resaltes de hielo y palas de nieve, con algún pasaje de mixto, te depositan en la canal de salida, que te permite alcanzar la arista Midi-Plan, a la derecha del Rognon du Plan. Si bien, antes de salir por arriba, acontecieron una serie de hechos reseñables. A saber: un rescate en helicóptero y posteriormente, una gran carrera contrarreloj para alcanzar el último telecabina.
Estaba yo entretenido buscando donde montar la reunión del largo 8, cuando empiezo a escuchar a un guía que tenía por debajo hablar por un talkie. Al rato el sonido de un helicóptero empieza a hacerse notorio y veo al acompañante del guía dibujar la señal internacional de socorro, "coño qué pasa aquí". El helicóptero nos sobrevuela, se detiene y mediante un cable deposita al agente de rescate. El aparato se aleja y el socorrista inmoviliza la pierna del herido. Nuevamente se acerca el helicóptero, baja el cable, engancha al herido y lo sube. Baja el cable, recoge al socorrista y al guía y se largan. Todo esto en 15 minutos escasos, "impresionante". Lo raro de todo esto es que hacía como veinte minutos que había visto subir al accidentado al lado mía y no parecía para nada presentar ningún síntoma extraño. Según me dijo María que habló con él, parece ser que le había caído algún bloque de hielo en la pierna y que tenía mucho dolor. No sé si era cierto o no, pero cabe la posibilidad de que como también iban justos para coger el último telecabina del día y para no meterse la pechada de la arista Midi-Plan, pues llamo al helicóptero y llego a las cañas, "la vida chamoniarda es así".
Incidentes y especulaciones a un lado, la cuestión es que llegamos al final de la vía alrededor de las tres y media de la tarde. Nos quedaban unas dos horas para alcanzar la aguja del Midi y poder bajar a tiempo a Chamonix para la hora de las cervezas. Las alternativas en caso de perder el telecabina eran dos: dormir a pelo en los pasillos de la estación de la Aiguille du Midi (con suerte si los baños estaban abiertos tendríamos calefacción, allí no la apagan) o bien, esta con más glamour, tirar de tarjeta de crédito e ir al refugio de los Cósmicos (el más caro de la zona).
David y Lorenzo hacía tiempo que nos esperaban. Entre lo del helicóptero, mi tobillo que cuanto menos vertical se ponía el terreno más se quejaba y que había empezado a notar un cierto bajón físico, supongo que por falta de entrenamiento, no tenía muy claro si llegaba a tiempo o no. La cosa estaba justa pero era factible. Super David se cargó con casi todo el material y allá nos fuimos siguiendo la huella que surcaba la arista Midi-Plan. Las nubes hacía tiempo que nos envolvían y en cuanto estos tres empezaron a darle zapatilla, a mí me costó seguirles, por lo que pasé a la estrategia de regular. Aunque con la niebla no se viese nada, sabía la distancia y el desnivel a salvar de otras experiencias pasadas; y sabía que mis fuerzas iban justas, así que me olvidé de los de delante y me centré en gestionar mi esfuerzo.
Cada poco tenía que parar para coger aire, pero conocía donde me debía exprimir y donde tomármelo con más calma para llegar a buen puerto. Al final , ya subiendo la "deseada" rampa terminal que conduce a la estación de La Aiguille du Midi, volví a atisbar a mis compañeros que me animaban y me decían que teníamos un margen de media hora, "vamos que íbamos sobrados", serían ellos por que a mí me llegó. Lo mejor de este sofocón fue que nos ahorramos el billete de bajada, que no es poco.
Material: 2 cuerdas de 60m, 8 tornillos (si está muy picada menos), fisureros, 3 micros, friends medianos y 10-12 cintas.
Nota: si pincháis en la primera de las imágenes del artículo podréis ver algunas fotos de la actividad.
Sea como fuere, el sábado 31 de marzo llegamos a Chamonix procedentes de Huesca cinco debotos peregrinos: Almudena, David, Lorenzo, María y yo. Evidentemente el viernes anterior me atravesé la península de Oeste a Este para quedar con toda esta tropa.
La idea de David y mía era poder atacarle a La Ginat; pero viendo el parte meteorológico ya se preveía un cambio de tiempo para esa semana lo que después se confirmó. Antes de semejante fregado, queríamos hacer una actividad de aclimatación y en mi caso, también, de contraste, para estudiar como se comportaba mi maltrecho tobillo. La propuesta fue hacer dos cordadas (David-Lorenzo y María-Manu) y subirse a Plan de l'Aiguille para escalar Le fil à plomb (III, 4+, 700m), en el Rognon du Plan (3601m) (Agujas de Chamonix).
El 1 de abril, subimos en el último telecabina de la Aiguille du Midi, hacia Plan de l'Aiguille, donde se encuentra el refugio de igual nombre, que en estas fechas está cerrado pero que tiene una estancia abierta en invierno con unas diez plazas en literas corridas, mantas y una sala comedor con mesa.
Una vez allí, nos encontramos con otras dos cordadas que tenían los mismos planes; un par de ingleses de Manchester y un trío de franceses . Esto a la espera de los posibles escaladores que pudiesen llegar en el primer telecabina de la mañana para atacar directamente desde abajo; como así fue ("actividades chamoniardas"). Según nos comentaron los franceses era de las pocas actividades que estaban en "condiciones" por esta vertiente. El invierno había sido bastante seco, hasta la fecha, y donde debería haber hielo afloraba el granito.
Una cena frugal: rissoto con setas, acompañado de chocolate, "suena bien pero no era para tanto" y al sobre, o mejor dicho a las mantas ya que no subimos sacos.
Y llega la eterna pregunta: ¿a qué hora nos levantamos?. Que si los franceses a las dos, que si los ingleses a las tres, pues ¿nosotros a las cuatro?, sería más que suficiente para realizar la actividad, y somos más de dormir que de madrugar "spanish concept", les damos margen a los de delante y en el caso de que suban desde el telecabina, no les da tiempo a cogernos antes del largo clave. Había que tener en cuenta, también, que el último remonte de bajada desde la Aiguille du Midi salía a las 17:30h. Al final nos levantamos a las 03:30h, los últimos, pero contentos.
La mañana se presentaba fresca pero no fría a pesar de encontrarnos en plenos Alpes en el mes de abril. Después de desayunar y de disfrazarnos adecuadamente, empezamos a remontar las primeras pendientes hacia la estación intermedia de Plan de l'Aiguille. Durante este trecho inicial me empiezo a preocupar pues siento bastante dolor en mi tobillo y cada movimiento que implique no tenerlo en plano me molesta. Al llegar al caseto del bar de L'Aiguille, "estaba cerrado", me detengo y les digo que no sabría si podría continuar. Decido quitarme la tobillera de protección que llevaba y probar si de esta manera me resultaba más cómoda la progresión. Así fue. En cuanto liberé el tobillo las sensaciones cambiaron, tenía molestias lógicas por la contusión que arrastraba, pero el dolor desapareció, así que adelante.
Fuimos progresando por la morrena lateral del glaciar de Pélerins en medio de la noche. A lo lejos se podían ir viendo las luces de los frontales de las dos cordadas que nos precedían. Empezó a amanecer cerca de la rimaya de la base de la cara N del collado del Plan. Allí nos encordamos en una sola cordada los cuatro para atravesarla con más seguridad. Para nuestra sorpresa , las cordadas de delante parecía que iban un tanto lentas porque poco a poco les íbamos cogiendo terreno y tampoco estábamos moviéndonos especialmente rápidos. Una vez metidos en el tramo común con la Goulotte del collado del Plan, alcanzamos a los ingleses y nos dividimos en las dos cordadas estipuladas. En estos largos iniciales fáciles, tuvimos la oportunidad de adelantarlos porque pudimos progresar por el corredor unos metros más y luego volver a la izquierda más arriba; no lo hicimos, un poco por cortesía otro poco por falta de picardía: luego nos arrepentiríamos y mucho.
Iban por delante David y Lorenzo, dos auténticas locomotoras alpinas. Yo iba con María y acompañado también, por cierto recelo sobre mi forma física, ya que llevaba sin hacer nada de fondo desde hacía dos meses por culpa de mi lesión de tobillo. Así que disfrutando y regulando.
El tramo clave de la vía es una cortina de hielo que se forma bajo un gran bloque rocoso y que suele estar muy fino en la entrada del mismo. Esto hace que no halla muchas posibilidades de atacarle por zonas alternativas, convirtiéndose en un cuello de botella que tuvimos que padecer. No podíamos entender por qué tardaban tanto las dos cordadas precedentes, se veía que la cascada estaba bastante picada y con muchos pies de pasar muchos escaladores anteriormente.
Cuando llegamos a la base del gran bloque,donde se hace reunión, debían ser las 9:00h y no empezamos este largo hasta aproximadamente las 11:00h-11:30h. La situación se complicaba. Las hordas de cordadas se acercaban desde abajo. Como viniese algún guía con prisa, "seguro que se pasa la cortesía por el forro de su chupa de material impermeable". En vista de lo cual, en cuanto David le dice a Lorenzo que suba, me situo en la base de la delgada lengua de hielo que da inicio a la cascada. Dejo que llegue al primer tornillo y salgo para arriba disparado y sintiendo el aliento en el cogote de los ávidos guías. El tramo inicial es delicado porque no hay mucho hielo, ni donde proteger, después va aumentando de grosor, y como parecía, la progresión aún siendo vertical y con un pequeño resalte que te echa para atrás, resulta cómoda y disfrutona. Yo iba tratando de mantener la distancia con Lorenzo, no fuera que se cayese y se me viniera encima. Enseguida me di cuenta como un machaca italiano no se esperó demasiado. Empezó a subir y se me puso a rebufo. Ahí se quedó, llegamos a la reunión y resultó ser un tío agradable. En el total de la cascada yo debí meter siete seguros y este metió tres... María subió rauda y veloz.
A partir de aquí, una sucesión de cuatro largos más donde se alternan resaltes de hielo y palas de nieve, con algún pasaje de mixto, te depositan en la canal de salida, que te permite alcanzar la arista Midi-Plan, a la derecha del Rognon du Plan. Si bien, antes de salir por arriba, acontecieron una serie de hechos reseñables. A saber: un rescate en helicóptero y posteriormente, una gran carrera contrarreloj para alcanzar el último telecabina.
Estaba yo entretenido buscando donde montar la reunión del largo 8, cuando empiezo a escuchar a un guía que tenía por debajo hablar por un talkie. Al rato el sonido de un helicóptero empieza a hacerse notorio y veo al acompañante del guía dibujar la señal internacional de socorro, "coño qué pasa aquí". El helicóptero nos sobrevuela, se detiene y mediante un cable deposita al agente de rescate. El aparato se aleja y el socorrista inmoviliza la pierna del herido. Nuevamente se acerca el helicóptero, baja el cable, engancha al herido y lo sube. Baja el cable, recoge al socorrista y al guía y se largan. Todo esto en 15 minutos escasos, "impresionante". Lo raro de todo esto es que hacía como veinte minutos que había visto subir al accidentado al lado mía y no parecía para nada presentar ningún síntoma extraño. Según me dijo María que habló con él, parece ser que le había caído algún bloque de hielo en la pierna y que tenía mucho dolor. No sé si era cierto o no, pero cabe la posibilidad de que como también iban justos para coger el último telecabina del día y para no meterse la pechada de la arista Midi-Plan, pues llamo al helicóptero y llego a las cañas, "la vida chamoniarda es así".
Incidentes y especulaciones a un lado, la cuestión es que llegamos al final de la vía alrededor de las tres y media de la tarde. Nos quedaban unas dos horas para alcanzar la aguja del Midi y poder bajar a tiempo a Chamonix para la hora de las cervezas. Las alternativas en caso de perder el telecabina eran dos: dormir a pelo en los pasillos de la estación de la Aiguille du Midi (con suerte si los baños estaban abiertos tendríamos calefacción, allí no la apagan) o bien, esta con más glamour, tirar de tarjeta de crédito e ir al refugio de los Cósmicos (el más caro de la zona).
David y Lorenzo hacía tiempo que nos esperaban. Entre lo del helicóptero, mi tobillo que cuanto menos vertical se ponía el terreno más se quejaba y que había empezado a notar un cierto bajón físico, supongo que por falta de entrenamiento, no tenía muy claro si llegaba a tiempo o no. La cosa estaba justa pero era factible. Super David se cargó con casi todo el material y allá nos fuimos siguiendo la huella que surcaba la arista Midi-Plan. Las nubes hacía tiempo que nos envolvían y en cuanto estos tres empezaron a darle zapatilla, a mí me costó seguirles, por lo que pasé a la estrategia de regular. Aunque con la niebla no se viese nada, sabía la distancia y el desnivel a salvar de otras experiencias pasadas; y sabía que mis fuerzas iban justas, así que me olvidé de los de delante y me centré en gestionar mi esfuerzo.
Cada poco tenía que parar para coger aire, pero conocía donde me debía exprimir y donde tomármelo con más calma para llegar a buen puerto. Al final , ya subiendo la "deseada" rampa terminal que conduce a la estación de La Aiguille du Midi, volví a atisbar a mis compañeros que me animaban y me decían que teníamos un margen de media hora, "vamos que íbamos sobrados", serían ellos por que a mí me llegó. Lo mejor de este sofocón fue que nos ahorramos el billete de bajada, que no es poco.
Material: 2 cuerdas de 60m, 8 tornillos (si está muy picada menos), fisureros, 3 micros, friends medianos y 10-12 cintas.
Nota: si pincháis en la primera de las imágenes del artículo podréis ver algunas fotos de la actividad.